"(…)¡Impresionante nueva Abu Dhabi vizcaína!"

En la misma ría del Nervión, aquella parecía otra ciudad dentro de la misma, que conservaba sus tradiciones, la amabilidad de su gente y la gastronomía de pintxos, txakolí, queso Idiazabal y afamados cocineros. Por el encuentro gastronómico Ongi Etorri, en la plazoleta de Unamuno en Bilbao, el cocinero donostiarra Juan Mari Arzak ofrecía ese día una charla: “Sólo si innovas estás vivo. Y la mejor forma de hacerlo es pensar como un niño. Todos los objetivos se alcanzan con la utopía”. El aplauso fue unánime.” (…) (página 318)

“(…) Se despidió Jordi, mientras oía a Malena y Eban hablar sobre acudir a la ruta de pintxos de El Tubo y sus callejuelas en Zaragoza… y luego a La Estafeta y la calle San Nicolás en Pamplona o a El Húmedo y la Catedral en León.” (…) (página 304)

“(…) Después de la comida, exquisita como las de Ferrán Adrià en El Bulli o los camarones fritos en Cádiz, Malena y Gorka pasearon por la Plaza Nueva, las Siete Calles y la casa de Simón Bolívar. El amigo de la verdad, ¡el tiempo!, les fue acercando. La simpatía de Marijaia lanzó a Gorka un guiño, en un descuido de Malena, e insistió con sonrisas para llamar la atención de Gorka. Pero éste besó con ganas a Malena y pudo aplacar el risueño encantamiento de Marijaia. Conoció luego la mitología de Mari (Madre Diosa en Euskal Herria), la leyenda de Aitor y a Urtzi (el Dios cielo, cual Júpiter latino), a Alba, Josune y Adrián, Néstor y Aitor. Le tentó la dulce Carolina en una confitería. En la puerta, un joven de Malí vendía figuritas de madera. Se alegró al ver a una amiga. –¿Ibedi? (¿Qué tal estás, Amaia?) –Se acercó a la mujer vasca. –¡Herre dron! (¡Estoy bien!) –contestó la joven en perfecto bámbara. Gorka vio a una bandada de pájaros surcar el cielo… y su corazón cantó ‘Txoria txori’: “Hegoak ebaki banizkio/ nerea izango zen,/ ez zuen aldegingo./ Bainan, honela/ ez zen gehiago txoria izango/meta nik... txoria nuen maite.(…)” (“Si le hubiera cortado las alas/ habría sido mío,/ no habría escapado./ Pero así,/ no hubiera vuelto a ser nunca más un pájaro./Y yo... yo lo que amaba era que fuera pájaro.(…)” (Mikel Laboa, San Sebastián 1934-Donosti 2008)(…) (páginas 319-320)

Con Jorge en sus vivencias e imaginación, probarás la paella, el ‘pa amb tomaca i pernil’ en Barcelona, el salmorejo cordobés y el gazpacho, los camarones fritos en Cádiz… sabrás del pote y la fabada asturiana, del cocido madrileño, la ensaimada y el ‘arròs brut’ mallorquín, de dulces y postres de mil sabores como la tarta de San Lorenzo de Valladolid, Miguelitos (La Roda) o La Carolina (Bilbao)… y te imaginarás de visita en El Bulli, Casa Lhardy, Café de Gijón…

‘Saginosa’ en Ibi, por Teruel, Cataluña y Mallorca, y pintxos en Logroño.“(…) –¿Merendabas? –Un dolç del meu poble, Ibi. La saginosa. Me la va fer ma mare. (Un dulce de mi pueblo, Ibi. La saginosa. Me la hizo mi madre.) –¡Te chupas los dedos! Yo lo hice por el jamón y tomate en las delicias de Teruel. ¡En las Fiestas del Ángel: junto al Torico! Como las sabrosas zapatillas en la calle del Laurel (Logroño)… o el pa amb tomaca i pernil calalán… y el pa amb oli mallorquín. Ambrosías, mestizas, hijas de Ámérica y el Mediterráneo. (…) (pág. 267)

Pastel de carne de Murcia (España). “(…) En el pueblecito donde nació Jorge, teatro y música enraizaron de modo extraordinario, fértil como el árbol en la huerta. Desde niño, se inclinó por estas artes. A los siete años, gracias a la banda de Emiliano, aprendió la solfa con el método Eslava. Y a los diez años sentía emociones con el clarinete en sus manos. En medio de corcheas y armonías, nuestro amigo se ejercitó en la sensibilidad artística y disfrutaba en los viajes a localidades lejanas, desconocidas; viajes que para Jorge constituían excursiones. ¡Vaya suerte ser músico! Cada vez que veía partir a su hijito en el bus de la banda de música, Rosa se preocupaba siempre en demasía: –¡Mañana, tocáis en la procesión de los Los Salzillos en Murcia! ¿Cuándo descansarás, hijo? Toma 50 pesetas: acuérdate de traer dos pasteles de carne murcianos. Tu padre y yo lo queremos probar. ¡Dicen que el chorizito está rico! –¡Descansaré recostado en el autobús! Regreso de madrugada. Al acabar la procesión, los músicos estamos invitados en el Teatro Romea al concierto de la Banda Real, con el director Grau Vegara, de Bigastro. Tranquila, te compraré los pasteles de carne. –Dio un beso a su madre y salió hacia el autobús. (…) (Página 56)

Dulces ‘sapillos’ con leche y canela en el Valle del Jerte (Cáceres-España). “(…)El hombre delgado había llegado en bicicleta. Solícito y puntual, vestía de uniforme gris. La gorra calada mostraba hacia delante una oreja. Pero tapaba media cara y le escondía la mirada. Sin embargo, su sonrisa famélica confirmó la alegría postal: –¡Carta! Viene de Francia. ¡Os la envía Perico desde Hyères! La buena nueva epistolar convertía esas jornadas en días de fiesta, de buen humor y optimismo, que culminaban por la noche con la lectura postal. Por la alegría que sentía la familia hecha una piña más unida esos días, Rosa preparó con mimo su mejor postre: arroz con leche para merendar. En un relámpago pasó la siesta, sin enterarse Jorge, y la merienda en un suspiro sabor canela y limón, dulce como un sapillo con leche en el Jerte. (…) (Página 37)

Almojábana, ‘chato’ y ‘valarino’ en la repostería ‘El Ángel’ y la confitería Sabi (Orihuela-España). “(…) Era domingo, aún temprano: las calles desiertas. Caminaba por la acera y le tentó una empanadilla coqueta en el escaparate de la confitería Sabi. La presumida exhibía su piel anaranjada. Jorge la piropeó. La deseó: exquisita acompañada de un vaso de leche con un chorrito de café. Pero Jorge miró hacia otro lado, gracias a la voluntad. Para olvidar la tentación, se le antojó hacerse el regalo de la dulce almojábana, un chato o valarino en la repostería El Ángel o esperar cien metros, hasta llegar al obrador, bocatto di cardenali, de las monjas en la plaza de La Trinidad. Con la empanadilla tentadora todavía a dos pasos, al recuperar Jorge la vista al frente vio bajar por el puente a doña Gertrudis, farmacéutica de melena rubia, tiznada de luto, con su collar rosa al cuello. (…) (Página 119)

(Ver la sección Gastronomía en el Índice anexo al final de la novela)

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